El presidente no tiene quien le escriba

Julio Mayorga
3 min readMay 25, 2021

El presidente tomo entonces con sus dos manos las ruedas de su silla y se asomó por el balcón, quería ver si era verdad lo que podía observar, si realmente un cartero estaba caminando rumbo a su humilde casa; tal vez con la carta que con tantas ansias había esperado. No podía creer que había pasado tanto tiempo de que había sido presidente de esa nación, y aun no recibía ninguna carta de felicitación, una señal de agradecimiento por toda la labor que había realizado en su momento.

No entendía las razones por las cuales nunca había sido invitado a dar conferencias, porque nunca más recibió convocatorias para almuerzos con altas directivas; no entendía porque no se le estaba dando la dignidad que merecía por haber dado al pueblo tanto de sí mismo. Era como si alguien o algo estaba relegando su suerte a la crueldad del olvido de la historia; ¿las nuevas generaciones conocerán su nombre?, ¿se dictarán en las clases referencias de su gestión como presidente?, en su mente se negaba a aceptar que su pueblo lo estuviera rechazando.

Pero como todo en su mente, aquella ilusión del cartero fue nada mas que eso, una falsa realidad que logro emocionar por unos minutos al presidente. Cada día se levantaba, encendía las noticias y miraba aquellos reporteros que tiempo atrás estaban tan cerca de él, brindaban elogios por muchas de las acciones que había realizado; recordaba los aplausos en los discursos y conferencias que daba; soltó una pequeña risa al recordar aquellas veces que daba pequeños chistes para amenizar las conferencias; no podía entender como nadie estuviera ahí a su lado, si tantas veces reían juntos.

Tenia la esperanza que lo llamaran para asistir a los nuevos actos de posesión de los nuevos presidentes de la nación, tenia esa esperanza de servir como consejero de las nuevas generaciones para darles las “recetas mágicas” para poder solucionar los problemas del país, no entendía la razón de porque, si tanto había salido en los noticieros, en los “trending topics” de las redes sociales, en editoriales de muchos escritores, como uno de los mejores presidentes del país, de la noche a la mañana fue relegado a una pequeña choza, una choza donde siente un vacío tan grande que es como si lo hubieran exiliado en su propia patria.

Su sueño actualmente era poder dar conferencias en todo el mundo, ser un símbolo de la paz, dar charlas de como lograr las mejores negociaciones con grupos armados a fin de poder lograr la paz y liberación de rehenes; tenia entre sus metas también hablar en las universidades sobre su experiencia en el manejo de problemas de salud a nivel mundial, tenía todo un borrador de un plan médico ante eventos catastróficos, quería poder escribir libros de como entender al pueblo sin salir ni un día a la calle; y su obra magistral, con la que pensaba ingresar al premio nobel, de como desarrollar su nuevo modelo de “progresismo moderno”, que recuerda no lo entendía bien al inicio, y tampoco aún no lo entiende bien; pero no olvida como todo el mundo asentía con la cabeza y daba su aprobación, ¿Qué podría salir mal?

El presidente se mantenía en el balcón suspirando por aquellos buenos recuerdos de su mandato, los últimos rayos de sol caían por el horizonte; y recordó que no necesitaba un cartero para tener noticias del mundo, el tiempo le había pasado factura a esa mente, recordó que en su bolsillo mantenía un celular que le habían regalado y aún activa la cuenta de correos que le habían configurado en su mandato. Con su mano saco aquel celular y vio que tenia muchas llamadas perdidas, se alegró y pensó que mucha gente lo estaba queriendo contactar, vio su bandeja de correo electrónico y tenia tantos mails que pudiera pasar años revisando, abrió los últimos correos, y abruptamente se puso pálido, reviso las redes sociales y sintió mareos, sintió como se le bajaba la presión, quería salir corriendo aun estando en su silla; vio todas las noticias y opiniones del pueblo sobre su gestión.

Cuando llego a la noticia de que habían abierto cuentas bancarias para buscar información y demás; el presidente necesito todos estos años para llegar a este instante. Se sintió débil, avergonzado, miedoso, diminuto, y dijo para sí mismo:

-MIERDA

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